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marzo 2019
CLIENTE WGO 19

El Código

Multitud de lenguajes, signos y símbolos habitan en nuestra mente permitiendo el entendimiento entre sujetos y haciendo posible la circulación de los mensajes. Esto es, lo que en la Teoría de la Comunicación se denomina código de la comunicación. Un sistema cuyo significado debe ser necesariamente compartido entre su comunidad de interlocutores.

Los códigos de comunicación existen desde el principio de los tiempos. Desde las pinturas rupestres, el código Morse o las señales de humo. El hombre es un ser social y en esa búsqueda y evolución de su comunicación han estado presentes diferentes códigos. A día de hoy, con la expansión creciente de Internet y las infinitas posibilidades que ofrece la multicanalidad aparecen nuevos modelos de comunicación. Individualizados, flexibles, interactivos y participativos, para los que tenemos que adaptar o crear formas comunes de comunicación.

Emojis, GIFS animados, hashtags, palabras claves, nuevas expresiones… Los usuarios hacen suyo el lenguaje y exploran nuevas formas de comunicarse cada día. Pero, ¿cualquiera puede inventar un nuevo código? A partir de ahora, en vez de dar las gracias, lo haré diciendo ‘saicarg’ (gracias al revés). El resultado será que nadie podrá comprender lo que intento decir, ya que si no pacto con el resto de interlocutores un significado compartido que delimite el código de comunicación, no será efectiva la transmisión de un mensaje. Al igual que ocurre en una partida de mus, las reglas del juego han de estar pactadas de antemano. Tu contrincante debe saber qué señales estás empleando para revelarle tu jugada y el significado de cada una de ellas. Si no existe este código común entre ambos, jamás ganaréis.

Fuera del tapete ocurre lo mismo. Es necesario pactar unas condiciones de comunicación que nos permitan funcionar como sociedad. Por ejemplo, para que el tráfico de la ciudad circule con normalidad, sus transeúntes deben seguir unas indicaciones. Códigos comunes a todos que nacen en con la vocación de solventar una necesidad.

Los códigos tienen vida. Nacen, se reproducen entre sus usuarios y llegado el momento, mueren. Para que un nuevo idioma nazca, debe existir la condición de que unos viejos hábitos lingüísticos cedan espacio a unos nuevos. Estos son sometidos a estudio por un colectivo, que los juzga, define y delimita para que después sean generalizados y difundidos hasta convertirse en norma oficial, siendo necesaria una figura que controle y salvaguarde la identidad de este código.

Cuando las palabras eran insuficientes, llegaron ellos.

En la evolución del mundo digital, el lenguaje escrito establecía muchas barreras comunicativas. Los emoticonos, del japonés Emoji, proveniente de la unión de los términos e imagen y moja palabra, nacieron para expresar sentimientos o emociones.

En 1982, Scott Fahlman, profesor de ciencias informáticas de la Universidad Carnegie Mellon en EEUU, se escribía con sus alumnos en un foro estudiantil. El docente acostumbraba a bromear con ellos mediante mensajes del tipo: “Ascensor atascado por contaminación de Mercurio. La descontaminación terminará en 48 horas”. Sus compañeros no entendieron el juego y se desató el caos en repetidas ocasiones. El profesor vio así la necesidad de encontrar un elemento para transmitir un sentimiento jocoso, por lo que pensó en crear una combinación de caracteres en el teclado del ordenador que simularan una cara sonriente. A partir de entonces su uso se popularizó y los internautas fueron sumando símbolos. Hoy, el 95% de los usuarios usa emoticonos, lo que los convierte en el idioma más popular en Internet. Hay estudios que demuestran que estimulan la actividad cerebral, de manera similar a la que se activa cuando se ve un rostro humano.

Así como el profesor logró que sus alumnos aumentaran su participación en el foro estudiantil, las marcas también los utilizan para captar feedback de su target. El Corte Inglés, Movistar o Inditex hace tiempo que olvidaron las encuestas telefónicas para evaluar nuestra experiencia de compra. Ahora disponen junto al mostrador un pulsador con 3 emoticonos, siendo estos pues, un código en sí mismos. Sirven para comunicarnos una idea, opinión o percepción, son entendidos por sus usuarios y resultan de utilidad.

¿Cómo osa contradecir a la RAE?

En 12 junio de 2018, los alumnos del colegio Carlos Pellegrini tomaron las calles en apoyo a la lucha por la legalización del aborto. Aunque la mayor causa de revuelo se alejaba del motivo principal. Los jóvenes argumentaban su postura expresándose en lenguaje inclusivo, con discursos como el del vicepresidente del centro de estudiantes: «Hay poques diputades que están indecises. Queremos demostrarles que a nosotres no nos va a pasar por al lado que decidan que sigan muriendo mujeres».

Abrió un debate en el que tomaron parte las redes sociales, los medios de comunicación y los lingüistas. Brotaban titulares como “¿Estamos ante el nacimiento de un nuevo género?”, “¿Se puede pretender la evolución del lenguaje por decreto o imposición?”.

El tiempo será el principal decisor de esta inquietud. Pero al margen de esto, existen agentes que moderan y protegen los códigos de comunicación. La RAE es la institución cultural que vela por que los cambios que experimente la lengua española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes respeten la esencial unidad que mantiene el ámbito hispánico. O como ella dice, de limpiar, fijar y dar esplendor a la lengua española. Por su parte, UNICODE es el agente de codificación de caracteres diseñado para facilitar el tratamiento informático, transmisión y visualización de textos de numerosos idiomas y disciplinas técnicas. Por ejemplo, Unicode Cosortium, formada por Apple, Adobe, Google, Microsoft, Oracle y Yahoo entre otros, es la encargada de regular los emojis, asignando un valor codificado para cada uno de ellos y poniéndolos a disposición de los usuarios.

Estás muy out.

El código tiene en cuenta derivados problemas. Como son la precisión con la que se transmiten los mensajes, si estos son transmitidos con el significado deseado o si la intención comunicativa es efectiva y logra afectar al emisor como se pretende.

Umberto Eco establece una teoría sobre el código que atiende a los parámetros de codificación y descodificación. “La propia multiplicidad de códigos y la infinita variedad de contextos hace que un mensaje pueda codificarse desde diferentes puntos de vista y por referencia, genera sistemas de convicciones distintos. Además, existen subcódigos independientes entre emisor y receptor”.

Por lo tanto, todos los sistemas de comunicación están expuestos a la libre interpretación de cada sujeto. ¿El emoticono de WhatsApp es una caca? Porque teóricamente, es un helado de chocolate con ojos. Y qué decir de los hashtags. Paulina Rubio se atribuyó el hashtag #PAU2015, cuando fue creado por la Prueba de Acceso a la Universidad, y no por su gira.

Los hashtags también son nuevos códigos de comunicación. Son etiquetas pactadas entre las comunidades de usuarios de las redes sociales. Toda Blogger de moda sabe que debe etiquetar sus publicaciones con el hashtag #ootd, y su comunidad de followers sabe qué significa dicha etiqueta. Sin embargo, si un usuario experto en videojuegos se encuentra este hashtag, probablemente no lo entienda. Cada comunidad emplea los suyos propios.

Y en el sector de publicidad, ¿obedecemos las normas de los códigos?

El mensaje publicitario es capaz de causar múltiples relaciones contextuales, debido a que tiene en cuenta una gran diversidad de variables. En ocasiones están determinadas por el medio o por el soporte en el que se anuncian, pero también por la manera en la que emplea el lenguaje.

La publicidad se sirve de imperativos, funciones extralingüísticas, caricaturas, simbologías, elipsis… Es su deber dotar a anunciantes y productos de personalidad propia, elevarles como marca y lograr obtener una ventaja diferencial de su competencia.

Por ello, nos permitimos explorar nuevos códigos, romper ciertas normas o incluso inventar las nuestras. “Flying hoy means vueling”, es la campaña de Vueling Airlines que nos dejó a todos, nunca mejor dicho, sin palabras. En sus creatividades gráficas podíamos ver el color de la aerolínea ocupando la totalidad del poster y unas nubes sobreimpresionadas hablando con los pasajeros que anunciaban las ventajas de la compañía: “Enjoy my 38 destinos in all Europa vía Barcelona. All the cities a one paso!”, “Arrivé. Saludé. Embarqué. With Vueling go! Embarque preferente”.

Vueling decidió saltarse toda norma y encontró su propia fórmula. Logró captar la atención de su público, desmarcándose del tono comunicativo que tenía su competencia y llegando a expresarse en un lenguaje que todo su público fuera capaz de comprender, sin importar su idioma.

La función expresiva del lenguaje nos lleva a explorar fuera del perímetro que marcan los códigos. Imaginamos más allá de lo establecido, tratando de conectar a un nivel más profundo. Aspiramos a lo extraordinario. Continuamos pintando en la pared porque el lienzo se nos queda pequeño y tanteamos diferentes vías de actuación en busca de la creatividad. El sector publicitario es un fuera de norma.

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